miércoles, 18 de marzo de 2009

Manifestaciones de urbanismo chilango

Si observamos con detenimiento nuestro alrededor nos daremos cuenta que cada cosa, movimiento , sabor u olor tiene casi vida propia; que la persona que viaja al lado de nosotros en el transporte público tiene ago interesante, triste, risible o incluso penoso que decir…Desfilando por las calles plagadas de humo y risas nocturnas, nos podemos percatar que en cada puerta se respira un humor y una anécdota diferente no?, unos son ñeros, otros son fresas, y algunos otros simplemente pretenden ser. Pero sin duda el eclecticismo y el paso espontáneo que tiene esta ciudad para inventarse es única.
Una de las muchas cosas que me gustan de vivir en una ciudad como el DF es que el área conurbada posee diferentes razas de seres humanos, es como si a todo aquel habitante de una ciudad como ésta se le asignara además de una perdediza clave CURP o un olvidado RFC, un código de identidad psico-social único e intransferible. No es cosa de la idiosincrasia del mexicano, es más bien de la identidad chilanga, es nuestro muy propio sello de distinción y reconocimiento ante los demás.
Y de los chilangos para el mundo tenemos mil y un formas de cómo hacerle la vida grata o imposible a un compatriota estimulando todos sus sentidos.

Comencemos en donde parte la vía “Express” con menos accidentes en la descongestionada Ciudad de México; justo en la esquina de Insurgentes Sur y Extremadura, en la estación Felíx Cuevas. Ahí caminando por un estrecho pasillo de concreto enmarcado entre cristales serigrafiados y tubulares color rojo; se encuentra una máquina que por cierto, ayer por la noche descubrí que no es self service , sino que una amable señora te dice, al igual que como se leen las instrucciones de la propia máquina, como hacer las cosas. No bastan los logos de paso 1, 2 y 3. Parte del talento de esta particular raza de viajeros urbanos es el de la necedad explícita; -explíqueme hasta hartarse o rompo la máquina, lo que suceda primero-. Pero bueno, una vez que hemos pasado por la seguridad de aduana, volteamos hacia el lado derecho, donde yace un letrero que indica la dirección que tomaremos en nuestro recorrido. Y bueno, en una recomendación para extranjeros, es importante saber que el viaje hacia el lado derecho que vamos a tomar no es apto para cardiacos y muy recomendable para personas con ceguera radical ya que las imágenes a continuación son …bueno ya llegó el vagón…

Como mencionaba momentos arriba, la idiosincrasia chilanga goza de tal originalidad que no conoce límites para terminar de mostrarla y compartirla con sus semejantes, tanto gratos como ingratos todos reciben un poco. Al ingresar al vagón todo el calor humano que aguardaba paciente sobre el pasillo se sumerge en un abrazo colectivo que te jala, te succiona y te empuja hacia el interior. Ahí dentro en medio de un denso aire cuya composición es parte de las sorpresas de este viaje y preferimos no conocer, se encierran un sin número de personalidades, es el eclecticismo a su máxima expresión.

Peinados, olores, estaturas, clases sociales, géneros, preferencias sexuales, religiones, edades y demás, todas viajan en el mismo vagón y al cerrarse las puertas emprenden juntas un andar sensorial a vuelta de llanta, alucinante como pocos…Todo este cultivo mezclado aquí dentro cuenta con 40 minutos hasta la Glorieta de Los Insurgentes, nuestro destino, para hacerse de un nuevo amigo o de una nueva fobia..Mientras tanto yo me he sentado junto a una viejita bien agradable, ella va del lado del pasillo y yo del de la ventana; frente a mi un círculo de emos…tan extraños que no distingo género.

Sin más, arrancamos…suavemente las llantas ruedan sólo para dar paso a un nuevo cúmulo de personas aproximadamente cada dos o tres minutos, cuando cambia de estación el tren. Al yo tener este lugar en la ventana puedo ver la calle como en vitrina y cual fuera mi sorpresa que justo antes de cruzar División del Norte sentí que me quitaron el aire. Se me nublaron los ojos cuando crucé mi vista con un vestido en color verde limón!!. Es el terror radioactivo personificado…el vagón se arranca de nuevo.

Aligerando el shock , metros más adelante sube al vagón un contingente de personas de la tercera edad y al estar todos los lugares ocupados uno pensaría que alguien se pararía para cederles el paso, pero la idiosincrasia chilanga, calada en la piel profundamente, apareció de nuevo, no dejando ocurrir semejante gesto y siguen sentados- los estudiantes de secundaria bajarán en dos estaciones y los señores podrán sentarse, mientras tendrán que sobreponerse al vaiven incesante que orquesta el conductor.

Yo continuaba con mis audífonos hipnotizando mi cerebro, cuando los volví a ver a mi lado derecho…pero ya no era uno sino miles, uno seguido de otro, uno más feo que el anterior. En efecto esta parte de Insurgentes se convierte hasta este punto en el recorrido del terror y el paisaje menos estético de la ciudad pero sin duda el más divertido. Vestidos de interminables colores chillantes llenan mis pupilas, de varias formas, parecen como pasteles llenos de merengue… algunos son para novia y otros par XV años, los hay también para pequeñas princesas- Seguro alguna lo lucirá en su ilusionada noche de XV con sus chambelanes vestidos de cadetes- en medio de la calle entre los encajes de los vestidos un detalle curioso donde la dualidad se mezcla y complementa, una sex shop y una clínica de salud sexual comparten pared; parece irónico.

Una escena causada por el frenetismo de la nicotina se forma en el coche de al lado, en la calle alguien más hurga en su naríz, como buscando algo útil. Al interior del vagón no he visto amistades que empiecen a fluir, sólo empujones, algunos con toda la intensión pero sin despertar aún la reacción esperada en el otro. Un par de señoras se quejan de sus maridos en contraste con la pareja de viejitos adelante a los que habría que dedicarles más de una tarde para aprenderles si quiera un poco. Códigos únicos de comunicación, y no falta el fresa con delirio de europeo que sólo se subió al transporte en México porque le recuerda sus viaje; sin embargo su voz cantadita y su paso tambaleante luchando por no caerse hace la tarde más amable.

Casi llegando a la vuelta de la glorieta todos se alistan para aventarse tras la puerta. Antes, de mi lado un puesto con la lencería y ropa de disfraz más “sexy” bueno provocativamente perturbante que he visto; arriba de los diminutos bikinis un anuncio con la respuesta al creciente desempleo, clases de inglés, sólo que de hacer caso ya no tendría sentido su publicidad y el afán del chilango por arreglar todo lo que no sabe pronunciar con “–ation” ya no causaría tal gracia. Sin duda burlarnos de nuestra propia ignorancia es un buen escudo ante la incertidumbre, aunque fugaz.

Finalmente el vaiven de este vagón ha llegado a su fin, todos salieron como es lo esperado poco a poco, y por supuesto sin empujones. Todo se aglomeró de nuevo sobre el pasillo. En 5 minutos pasa el siguiente vagón, quien guste continuar el viaje en busca de sorpresas originales antes de llegar a su destino, tenga la disposición mental de esperar porfavor.

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