miércoles, 22 de diciembre de 2010

La devaluación del beso

Yo apenas rondaba los 6 años, pero me cuentan, que el odio que los contemporáneos noventeros le profesaban a los elocuentes miembros del gobierno en tiempos de devaluación fue genuino, reacio y de largo plazo; aún se sienten sus vestigios cuando por ahí alguien recuerda los “nuevos pesos” y trata de imaginar cómo hubiese sido la vida si el mágico goce del dinero nunca hubiera desaparecido; si al besar todavía sintieras lo mismo.

En los mercados bursátiles la excesiva emisión de papel moneda para solventar la faramalla que no se tiene, en la mayoría de los casos, lleva directo a una devaluación; tiempos de humor volátil donde un día el dinero vale y al otro no; sin embargo, aunque suene poco probable, en este contexto, los besos y los pesos tienen algo en común: de tanto apreciar y apreciar la devaluación se vuelve inminente; o lo que es lo mismo, hasta la querencia cansa.

Con los bolsillos llenos de pesos y de la mano de un bombón estándar, la vida parece maravillosa, una parte de los activos mantienen la fiesta y los detalles, mientras la hormona sentimental genera dividendos con base en caricias y verbos rebuscados, que de vez en vez se permiten un grado de moderado de cursilería. Pero como buenos mortales, al tener algo bueno se aparece el primo avaro para tentar hormonas y noquear conciencias; lo siguiente tiene un efecto muy simple: se gasta , y gasta y gasta, se besa, y besa y besa… hasta que los labios son sólo eso…labios y el dinero ya no vale. Al igual que la moneda la emoción se devalúa, lo que ayer revoloteaba con mariposas multicolor hoy no sentiría ni con un soplete por dentro.

Si al besar no sientes , si al verlo no tiemblas, tal vez fue por exceso de gasto; todo por servir se acaba… y otras cosas sin servir, pero el consejo es, al igual que cuando se tiene poder adquisitivo con una moneda volátil, apostar por la prudencia. Comprar lo necesario, sin gula, tenerlo y generar cariño, un cierto nivel de proteccionismo no aferrado que estimule la emoción y no que la gaste tanto que ya no se sienta.

Tal vez suene a recato hablar de prudencia y proteccionismo cuando la noche, y a veces hasta las mañanas, efervecen con miradas tensas y en vez de azúcar la coquetería endulza el café, pero recordemos que la burra no era arisca…la hicieron.

Realmente el beso empieza donde termina la razón, pero las monedas devaluadas no siempre se levantan airosas después de haber perdido su valor; en esos casos la calma resulta el mejor afrodisiaco, ahorrar para comprar lo deseado y no devaluar los pocos o muchos pesos que se tengan invirtiéndolos en mercados poco redituables, que después de una noche pierden la emoción, el sabor y la tentación de que sólo se obtiene en el intercambio inmaterializado de un beso.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Invertir el corazón en mercados de riesgo

Después de haber experimentado las agridulces fobias de la bancarrota, apostarle a los mercados de riesgo, puede producir especulación crónica delirante y egoísmo disfrazado de pretextos.

Tomar la decisión de volver al mercado de valores no implica sólo salir y poner los pies de vuelta en el piso de transacciones; para llegar al momento en el que se toma la decisión de invertir o no de nuevo debe existir un amplio conocimiento del mercado – nombre completo y señas particulares como mínimo- de su calificación de riesgo y de las posibles ganancias que representaría para aquel iluso que desee invertir en este.

Pero si después de haber deambulado por diferentes giros – abogados, publicistas, economistas, músicos - y mercados – Coyoacán, Polanco, Condesa, Roma- te haz decidido por un portafolio de inversión de alto riesgo, la adrenalina hará lo propio, para que la especulación no carcoma y permita que desembolses, con franca sonrisa, una cantidad fuerte destinada a acciones. Si bien estos activos podrían llevarte a la opulencia también pueden refundirte de vuelta en las precarias diversiones del salario mínimo.

En fin, el mundo es de los necios y con una copa en la mano y una mano en la pierna se firma la inversión. Comienza así el devenir especulativo. Tras 2 horas de plática y un hipnótico alipus, el inversionista arriesgado, audaz y colmilludo empieza a parecerse más a un obrero con 5 hijos y sin seguro médico, temeroso de perder sus ahorros que con tanta fe puso en ese mercado de riesgo, a sabiendas del odioso te lo dije, la frase favorita del broker (léase mejor amigo alcahuete).

Sin embargo, como en todo mercado exitoso, el del amor riesgoso tiene sus buenas notas y vueltas de tuerca que sorprenden con rendimientos récord cuando menos te lo esperas, aunque hay que recordar, que estas ganancias son sólo de los perseverantes, de los pacientes, de los que por necedad o masoquismo vencen la barrera de las 2 semanas y esperan a ver el corte de la inversión. Por encima de la especulación, que de tanto, ya fue causante de gastritis y un tic nervioso, el inversionista con talento natural por el riesgo se queda con un buen sabor de boca.

Ya sea de la mano de un buen broker o a ritmo de auto convencimiento, si la persona libra la sofocante especulación de las primeras citas, el único obstáculo para declararse un inversionista calificado, está en uno mismo y en las auténticas ganas de invertir sin egoísmos.

La lógica es muy simple, a mayor riesgo mayores son también las posibilidades de recuperar lo invertido; sin embargo, si vienes de una racha de constantes bajas, aparentemente irracionales, talvez la evaluación deba ir en contra del mercado y hacia uno mismo… un inversionista romántico con la desesperada necesidad de cinismo intravenoso previo a un rally de libre venta.

Les dejo el complemento de las Guía de Finanzas Prácticas para el Corazón:
El suyo del él: http://www.bheymann.blogspot.com/
Y el de una cinéfila : http://24cuadrosxsegundo.blogspot.com/2010/12/finanzas-para-el-corazon-guerras.html?zx=ff1f5d6452a076e3

Chéquelos, entán re buenos!!!

sábado, 27 de noviembre de 2010

Contraindicaciones del deseo extremo

Laminado, ligero y con las orillas mal cortadas, lo sostiene en la mano; sus ojos confirman los datos impacientes: costo:500 pesos, acceso: general, fecha:26 de noviembre, la banda...

Piensa en doblarlo por la mitad- la cartera le queda corta- pero se niega. Lo mete en la bolsa trasera del pantalón, apenas ajusta el tamaño. Emprende la huida.

Un arroyo de luces embravecidas iluminan la noche; no se le ve fin al estacionamiento y el tiempo apremia. 1 hora. Mentalmente mapea colores en dirección al norte de la ciudad, camina apresurada 5 cuadras al sur, dobla a la derecha y baja, baja...baja. 45 minutos.

Intermitentemente revisa el reloj en su muñeca derecha, mientras tararea estribillos ácidos y otros melosos, el naranja acentúa el ritmo de las guitarras en sus oídos. Frena y sigue, frena...respira hondo. 30 minutos.

Se compacta el interior del vagón, disminuye el aire, se acelera la respiración y se alebrestan las ganas de salir de llegar. Con fuerza se empuja con los codos para salir friccionando su cuerpo contra los estorbos y jalando sus pertenencias entre manos curiosas. 15 minutos.

El aire helado la recibe de nuevo en el asfalto. Corre controlando la nerviosa sonrisa que le provoca la expectativa acumulada- antesala del éxtasis- causada por un pequeño cartón morado de burlón holograma, el acceso a recuerdos que sin existir la desvelan. 5 minutos.

La separa un torniquete y 3 personas en línea; mete la mano a la bolsa trasera para sacar el poderoso. Suda, palidece, flaquea.

Ansiosa se desdobla completa, de adentro hacia afuera, en su búsqueda. Camina, recuerda, se angustia.

El reloj marca ya las 9 y a lo lejos languidece un acorde.

gcha

viernes, 19 de noviembre de 2010

Carta a Santa con CC a cupido

En fechas recientes experimenté el agridulce sentimiento del más bajo estado del ser humano; el limítrofe, mejor conocido como enamoramiento.

Sus síntomas son varios y muy graves. Aumenta el nerviosismo y la respuesta física ante el sonido o vibración de un dispositivo electrónico que pudiera contener el llamado de esa persona - la mayoría de las veces suele llamar tu madre o la compañía de teléfono- ; la risa se vuelve constante o más bien simplista, es cuestión de perspectivas, pero sin duda alcanza decibeles insuperables.

Otra cosa que se ve afectada por el dichoso enamoramiento es la vista; él o la víctima diambulan por sus actividades normales con la mirada perdida como si fuesen a encontrar a su amor al final del camino- lo único que sucede es no ver dónde pisas y terminar con un sexy ojito morado- ; sin embargo, la consecuencia más dolorosa a todo a este asunto es sentir como al escuchar la voz de LA persona, una neurona desiste y el cinismo se adelgaza.


Pero ante estos funestos síntomas, la buena noticia es que el estado de enamoramiento limítrofe no dura mucho, unas semanas a lo sumo, y si en este tiempo logras que Cupido acierte la otra flecha, temo decir, que la esperanza de conservar el cinismo y la divina capacidad del sarcasmo crítico se ha perdido.

Dado mi reciente estado limítrofe recordé que Cupido y yo hemos estado peleados por un par de años, y en víspera navideña no es recomendable tenerlo de enemigo, ya que el ambiente se torna cursi con tan sólo inhalar. Por eso he decidido adelantarle mi carta a Santa Claus - brother de Cupido, por cierto- para que le pida de la manera más encarecida posible, que antes de las fechas felices, practique su puntería y lance la contraparte de la flecha que me tocó a mí.

El defecto más grande del enamoramiento es la mala puntería de Cupido, la mayoría de las veces sólo le atina a una de las víctimas.

martes, 2 de noviembre de 2010

“Yo sólo escribo”: Gabriel García Márquez

De 4 años de carrera, he de confesar, que me cuesta mucho trabajo recordar alguna clase que me haya marcado la mente e impulsado mi necedad por convertirme en periodista.

Cuando alguno de los profesores conseguía retener mi atención mi cabeza en vez de pensar cómo matar el argumento del otro salía del salón hacia la calle a buscar historias y personajes; esos de los que hablaban el Gabo, Pacheco y tantos otros en sus libros.

Siempre pensé que el día que conociera a uno de estos maestros tendría preparado mi discurso de gratitud, que no me quedaría pasmada como una fan nerviosa, pero como los planes para la suerte son sólo bromas…ahí estaba Gabriel García Márquez frente a mí, y he de confesar, que nunca me habían temblado tanto las rodillas ni había sido tan tímido el sonido de voz.

El sábado pasado, Don Gabo y yo, comimos en el mismo lugar del centro – me gusta como suena esa casualidad- escuché que la gente aplaudía y unas 15 personas se levantaron de sus mesas, me extrañó, pero aún no la había visto.

El violinista que amenizaba la comida dejó de tocar y me di cuenta que García Márquez estaba frente a mí; entre aplausos ligeros la gente le hizo una sutil caravana a la que respondió con agradecida sonrisa.

Jamás voy a entender que diablos le dio coherencia a mis movimientos, pero me levanté de la mesa, caminé hacia él y lo único que me salió de la boca fue: “¡Gracias!”

“Señor, de verdad es un gusto conocerlo, gracias por todo y no sabe cuánto lo admiro”, le dije voz increíblemente torpe.

Al lado mío estaba mi padre, quien decidió hacer su aparición, de una manera mucho más elocuente que la mía.

“Mucho gusto, para ella es un icono es como su alumna. Ella es mi hija”, dijo sin levantarse de la mesa.

“¿Escribes, eres periodista?”, me preguntó, a lo que por falta de coordinación motriz sólo asentí con la cabeza.

“Ay, a mí desde siempre me han catalogado como EL PERIODISTA, pero no soy, yo no sé porqué lo hacen. Yo sólo escribo”, me digo como quien desmiente un secreto.

Creo que todo esto pasó en menos de 5 minutos y yo no supe decir más que gracias; poco pero genuino.

Volteamos para que nos tomarán la imperdible “fotofan”, y lentamente sin quitar la sonrisa de su cara, el Gabo siguió su camino hacia la puerta del brazo de su ayudante y flanqueado por los otros fans que mantenían la misma cara de idiotas que yo.



Me temblaron las manos por las 3 horas siguientes y la foto me recordará la torpeza que provoca la admiración genuina.

Siempre que leía me preguntaba ¿De dónde saldrán estas personas con vidas tan ricas, de dónde sacan tantas ideas?, la respuesta era tan simple como dejarse llevar y escribir, poner los pies en la calle y empezar a caminar.

El alimento de la curiosidad o entrometimiento, en mi caso, no fue culpa de los maestros o de la universidad sino de los escritores y periodistas que habiendo ya recorrido gran kilometraje me enseñaron y siguen enseñándome mucho.

Fue una suerte encontrarme a uno de ellos y a pesar de mi torpeza agradecerle.

viernes, 17 de septiembre de 2010

La vida sin Bicentenario

Reforma y el Zócalo materializaron los 300 mdd de gasto festivo este miércoles 15. El despliegue tecnológico y artístico sorprendió por el buen gusto y la voz entrecortada de Calderón enchinó la piel de los escépticos.

Las millonarias inversiones y el bombardeo sin control por del Bicentenario polarizó los ánimos en torno a la fecha; la fría y despejada mañana del 15 de septiembre las apuestas se pusieron 50- 50. Llamémosle técnicos a los creyentes y rudos a los escépticos.

La escalada de violencia, las constantes balaceras y la evidente crisis económica respaldaron los argumentos de los rudos, negados a celebrar, enojados por el gasto y dudosos de que la fiesta no se empañara con algún acto violento, cortesía del “narco”, que de tanta publicidad, el gobierno ya parece su agencia de relaciones públicas.

Pero en la esquina contraria, los técnicos, embalados de vivas, tequila , mariachi y de charrería, se subieron al carro alegórico del Bicentenario sin cuestionar, si era prudente o no el festejo y el gasto. A ojos cerrados se envolvieron de patriotismo, o patrioterismo, depende de que posición se juegue en el ring.

En punto del las 6 de la tarde, rudos y técnicos, preparados en sus esquinas comenzaron el crítico enfrentamiento de opiniones ante el desfile de 27 carros alegóricos, 7 mil voluntarios y 3 escenarios en Reforma, 45 pantallas, 290 mdp explotados en colorida pirotécnica de procedencia australiana, con su respectiva emisión de IMECAS, el vestido de la primera dama y el nervio de Calderón de asomarse al balcón de palacio para hacer frente a ambos bandos. La pesada vibra de los rudos y la borrachera emocional de los técnicos.

Talvez fue el exceso de tequila, la falta de oxígeno por la aglomeración o la generalizada vibra festiva, pero mientras las grúas erguían a media Plaza de la Constitución, al imponente coloso de 20 metros rudos y técnico se arremolinaron en el centro del ring y hallaron tierra común entre las opiniones discordantes.

El gigante, parecía ver desde lo alto a sus hijos miedosos de un futuro muy incierto, sentimiento común y ajeno a diferencias; el hilo conductor del México actual.



“Mexicanos, vivan los héroes que nos dieron patria”, espetó Calderón, con la voz frágil.

“Viva Hidalgo, viva Morelos…” , parecía que en vez del grito de independencia , era un profundo grito de ayuda y una petición de paciencia al pueblo.

“Viva Josefa Ortiz de Domínguez, vivan Allende, Aldama y Matamoros…”, en cada frase pareció pedir piedad por su cabeza.

“Viva la Independencia nacional , viva el Bicentenario de la Independencia, viva el Centenario de la Revolución…”, clamó el presidente.

Los 3 “vivas” siguientes, al son de un hueco repiqueteo de la campana, hermanaron y enchinaron la piel de los presentes, incluso por televisión.

Por ahí se dijo, que el saldo blanco del Bicentenario se debió a un pacto entre buenos y malos, para garantizar la paz de los festejos; otros más optimistas o ingenuos, optaron por la idea de un buen logro gubernamental.

De la fiesta ahora sólo quedan IMECAS, fotos de la borrachera, indigestiones pozoleras y las mismas opiniones polarizadas sobre lo que pueda pasar en el país de aquí al fin del sexenio.

Aún queda el coletazo de la Revolución, pero ya se empiezan a guardar las banderitas para dar paso al día a día de protestas, periodicazos y discusiones futuristas acerca de México y su definición en torno a la violenta crisis.

Después del puente regresamos a la vida sin Bicentenario, ojalá y más críticos y sin ceguera temporal causada por los embriagadores festejos.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Histerias del metro

La avería de un tren en la línea 1 del sistema colectivo Metro, que corre de Pantitlán a Observatorio, bloqueó la afluencia del tráfico subterráneo por más de 3 horas.

En mi afán por disfrutar de un viernes, que añoré desde el lunes, salí de mi lugar de trabajo, en Santa Fe, a la hora que en teoría es debido : las 5pm. Con un panorama despejado, el reloj estimó que podría estar en casa en menos de hora y media; pero como es costumbre en el Defecto Federal , en vez de una hora, tardé 3.

La gente aglomerada en triple fila esperaba en un andén de la estación del metro Tacubaya; afuera llovía y dentro llovían sonoros chiflidos de recuerdos familiares. Me recargué en un espacio de la chiclosa y húmeda pared para no estorbar el paso de la gente que bajaba de la escalera hacia el andén.

Un joven promovía la compra de literatura para la espera. Aprovechó para ofrecer “El Zorro”, libro de Isabel Allende.

“Llévese la novela, es el libro El Zorro. Le cuesta 20 pesos”, coreó el vagonero, de tez morena y amplia voz.

Los presentes ignoraron la oferta sin inmutarse, al tiempo que estiraban el cuello para ver que pasaba al otro lado de la plataforma, o tratar de respirar aire un poco menos congestionado de olores humanos. Entre las filas, un par de viejos…y viejos amigos se saludó de lejos alzando la mano, uno de ellos rompió filas, y caminó hasta el pie de la escalera donde se encontraron y se abrazaron como quien se reencuentra después de muchos años.

Vi el reloj que cuelgaba de mi muñeca izquierda: 6:15 pm. Apreté mi bolsa de mano contra mi cuerpo, por si alguien quisiera echarse un clavado en ella, y seguí “tuitenado” paciente.

Finalmente se escuchó a lo lejos el chirrido de las llantas, el esperado multiruedas naranja llegó, y como ganado desbocado, la gente se abalanzó sobre las puertas para entrar a como diera lugar.

No importó si había mujeres, niños o ancianos a su paso, los más aguerridos lograron entrar. Cruzando las vías, los trenes iban y venían, de este lado la multitud abucheaba mientras continuaba esperando y desesperando.

Intenté acercarme a la orilla para tomar el siguiente tren, pero al caminar, el espacio se hizo más sofocante y angosto. Decidí transbordar a otra ruta, hacia Mixcoac, bajé otra escalera, doblé a la derecha y descubrí que el caos no era sólo propio del andén sino de la estación entera.

La línea naranja recibió a los exiliados de la verde. Los chiflidos familiares aún amenizaban el ambiente, ¿Y yo?. Yo, veía desde la trinchera.

Frente a mi, las escaleras eléctricas remolcaban pasajeros hacia arriba y abajo, los puestos de comida hicieron su agosto; orden de tacos de canasta 12 pesos.

Después de restarle 4 tacos a la canasta de los tacos “Lucho” y con las energías en mejor estado me incorporé al río de gente que caminaba lento hacia el trasbordo de la línea naranja.

Como en pasarela, las faldas cortas y los gays, se hicieron acreedores a uno de otro albur. En mi reloj las 7pm. Finalmente, me encontré esperando un tren en dirección a Barranca del Muerto.

En esta parte de la estación, el aire volvió a circular y la gente retomó holgada distancia entre uno y otro. Los olores se disolvieron.

La calma descubrió los efectos de la lluvia. El piso de los carriles por los que corren los trenes que usualmente se ven salpicados de latas, botellas, envolturas y una que otra rata turista, imitaban Venecia. La lluvia filtrada los había llenado de agua, que alcanzaba las llantas del transporte.

7:20, llegó mi esperado naranja vacío. Cerré mi celular y di un paso dentro del vagón esperando no quedarme varada en la estación siguiente y lograr llegar antes de las 8 y olvidar la eterna espera de viernes.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Consecuencias climáticas

Literalmente en estos últimos días, los treinta y tantos grados diarios en la Ciudad de México son capaces de cocer un huevo al sol y hacernos sacar las coquetas chanclas que justifican las horas de tertulia en el salón de belleza para lucir escandalosos esmaltes que adornan los pasos de las que han cambiado los tacones por la chancla; talvez sea el desenfado primaveral, pero estos días tanto propios como extraños se han enredado en extrañas situaciones del calor sensorial chilango.

Sin más ánimo que el de un relajado plan de viernes, las puertas le ladraron para entrar y después de mostrar su más convincente sonrisa al cadenero en turno, se encontró dentro con drink en mano y sin la más mínima idea de lo que unos acordes bien puestos podrían provocar.

La ola de extraño calor emocional también se hizo presente en un distinguido bar al norte de la ciudad, donde una amiga de recatado espíritu seguía la clásica pauta del coqueteo mustio, de ese que parece que sale sin querer, pero tiene más intención que un desesperado recuerdo maternal a medio periférico. Siempre había pensado que eso de los besos con extraños era tan difícil y penoso que prefería decir que no era su estilo; sin embargo, en ese momento estaba por demás decir que para todo hay hora.

Es una idea romántica pensar que un encuentro casual de viernes traiga complicaciones que excedan la tarifa del taxi de regreso a casa o la angustiosa cruda de la mañana siguiente- ya por decir mucho- pero el enrarecido clima puede hacer sentir extranjero en su propio cuerpo hasta a la persona más cínica. Recientemente he puesto atención a como se comporta alguien que cree que el cinismo y la seguridad es lo único que corre por sus venas y lo cierto es que estas especies de fuera se ven más vulnerables que quien acepta sus debilidades de mortal común.

Los acordes y el calor fueron subiendo con cada sorbo de la ecléctica mezcla alcohólica que el experto en tragos convirtió en cocktail detrás de la barra; después de tres se agudiza la habilidad para contestar los mensajes del celular casi sin saber lo que se escribe y por supuesto sin valorar la opción del “no”; justo después de presionar el botoncito verde del teléfono sintió como la temperatura le bajó por la espalda, el lugar cambió de 40 a 15 grados en cuestión de segundos.

Respiró hondo y analítica como siempre sopesó sus opciones, salir corriendo sin mirar atrás y prometerse no pensar en el “si hubiera” o dejar que la ola de calor la golpeara, talvez esta vez no se ahogaría.

Mientras al norte, el recato de escuela católica se había disuelto entre varios tragos de colores tropicales, el ambiente aquí era menos tenso pero no por eso menos complicado para quien siempre pensó que los cambios eran cosa de cuidado y los impulsos cuestiones de pecado mortal, como bien hubiesen dicho las madres del colegio.

Pero en esta u cualquiera que sea la escena, por más que la situación nos avise que nos acercamos a una zona de titánicos cambios y vueltas de tuerca, nunca- por más cínicos y fríos que pretendamos ser- el viraje deja de ser brusco.
La emoción altera la temperatura, neutraliza el cerebro y nos hace, irremediablemente, recordar lo que hemos dejado atrás y darnos cuenta con lo que cargamos ahora. Justo en ese micro momento en el que decidimos algo queremos fabricar el hilo negro de nuestro futuro perfecto inexistente y esquivar la remota posibilidad de que las cosas podrían salir bien esta vez.

Lo vio llegar con aires de grandeza entre la gente y el ruido, ya no reconocía la canción que impetuosamente trataba de tocar la banda de desconocidos en el escenario, se acercaban peligrosamente las caras para intentar comprender sus torpes comentarios de plática casual. Por supuesto no se estaban entendiendo y a falta de la habilidad de descifrar lo que sus bocas pronunciaban, ella le puso atención a sus labios, a sus ojos y al temblor de sus manos que lo desnudaban como vulnerable mortal ante su mordaz crítica.

En ambos polos de la misma ciudad ,se generaba un caótico calor concentrado en dudas y perjuicios de si valía o no la pena quemar las naves esta vez, otra vez o por enécima vez.

De pronto sintió que todo el pudor de escuela católica había valido la pena para llegar a éste justo momento de encontrarse con alguien que le pusiera a temblar tanto las rodillas como para evadir los tapujos, empinarse el tequila que descansaba en su mano derecha y dejar que el intrincado arte de la lengua manejara la situación; por primera vez sintió que era cierto eso que dicen que se pierde más sino se intenta.

En una geografía más al sur, el par de cínicos salieron del tumulto evadiendo los insostenibles decibeles y decidieron caminar. Caminaron y caminaron como quien tiene el tiempo del mundo para observar como el aire consume un cigarro, y así con uno que otro jugueteo desenfadado de primavera las caricias dejaron de ser frías, dejó de haber algo cierto y seguro en su cabeza y se aferraron a la duración que la situación quisiera marcar, talvez mañana ya no habría nada o duraría hasta que el próximo cambio de clima trajera nuevas diversiones. Irónicamente para el impulso de los dos la incertidumbre se volvió tranquilidad sin caducidad fija.

El resto de la semana en la Ciudad de México se estima que la temperaturas oscilen entre lo insoportable y el borde de la locura; y mientras camino con lente de sol y botella de agua en mano me acuerdo del frío que se hace en invierno entre tantos edificios y de lo mucho que hace meses añoraba el calor, mañana no sé que se me antoje querer, pero es cierto que mientras duren las cosas nos aferraremos a ellas hasta el último suspiro.

GABRIELA CHÁVEZ AVILÉS

lunes, 29 de marzo de 2010

insomnio

Tratando de definir el sentimiento que cortó mis horas de sueño sostuve mis ansias en la punta de la lengua, buscaban la salida sin detenerse a considerar la barrera dentada con la que chocarían delante suyo.

Por momentos parecían colgarse de alguna palabra en dirección afuera, buscando convertirse en una irrupción protestante de sonido. Te extraño...dirían.

Y así, inquietas efervecían, mi ansiedad y mis ganas, provocadas por un hueco insoslayable en la boca del estómago que poco a poco se encarga de revolver las ideas y menguar la confianza. En mí se estableció la nostalgia a falta del roce de sus manos.


gcha.

jueves, 11 de febrero de 2010

¿Y qué celebramos?

A la par de las constantes noticias acerca de los ríos de aguas negras que hoy siguen inundando a miles de familias en el Valle de Chalco, Ciudad Neza y municipios aledaños, el presidente Calderón ha llamado a los mexicanos a “la unidad”, con un discurso en el que dio a conocer el magno despliegue de festejos de cara al tan nombrado Bicentenario; sin embargo, al escuchar la idea de estas múltiples celebraciones, en lo personal, se me viene a la mente la dualidad de realidades que vive México.

Por un lado las autoridades comisionadas a organizar los “festejos”, se encuentran moldeando una imagen turística de México, una postal vendible de nuestro país para atraer las miradas de los turistas e inversionistas extranjeros que inyecten capital para reactivar la economía, empezando por el nombramiento del Distrito Federal como "Capital Iberoamericana de la Cultura 2010", galardón que venía esperando desde hace 10 años.

Encuentro sin duda benéfica esta inyección de capital por medio de la difusión de la cultura, las artes y el turismo, México será la atracción número 1 en este 2010 , pero habría que ver también que en contraste, Cuidad Juárez se encuentra bajo un cerco de violencia ya innegable, incluso para las autoridades federales y en lo que compete a la nación en general las carencias son notables. El ranking mundial de competencia sitúa al país en el lugar 60, diez escalones abajo que hace una década, y según datos del Foro Económico Mundial de 136 naciones, México se sitúa en el lugar 116 en educación y 123 en seguridad; en la superficie con sus fiestas y al interior con sus carencias.

Al ver estas cifras pienso que el país y los que aquí habitamos tendemos a movernos en dos realidades, una es la que reflejan estas cifras, cuando vemos las primeras planas de los periódicos y todos nos quejamos de la impunidad y las deficiencias gubernamentales; y la otra es la de la fiesta patriotera, ese espíritu de amor a México que surge al ver los comerciales del Bicentenario y las bellezas naturales que guarda el país, esa emoción tequilera y de mariachi que no se traduce en hechos ciudadanos o acciones duraderas sino en una vaga fiesta.

Los festejos del Bicentenario son un buen pretexto para reactivar la estructura del país, me parece una excelente carta de presentación al extranjero; sin embargo, los que aquí vivimos, no podemos tapar el sol con un dedo y hacer a un lado el hecho de que existen problemas que requieren de solución inmediata y no de festejos.
Creo que tendríamos que participar activamente como ciudadanos y exigir la resolución y seguimiento de los problemas, educarnos, para realmente tener algo nuestro que festejar. La revolución y la independencia hoy por hoy me parecen conceptos vagos dentro del entendimiento colectivo ; a los que hoy tienen su casa anegada o perdida no les importa si habrá eventos culturales o no, y entre los que afortunadamente no están afectados, ni por la violencia ni por el agua, tampoco creo que de verdad les importe mucho el concepto de nación independiente; hay que hacernos parte de la vida ciudadana para no vernos sólo como patrioteros en un escenario social tan convulsionado.

Los festejos serán un éxito al exterior , pero sólo serán benéficos al interior si realmente se es parte de lo que en teoría se celebra.

GABRIELA CHÁVEZ AVILÉS

domingo, 31 de enero de 2010

En una ciudad de memoria corta…

Justo hoy se contabilizan 31 días del 2010, quedan aún once largos meses por delante y como primicia anual ya hemos sido testigos de uno los peores terremotos en la historia que ha dejado a un pueblo devastado y a todos removidos con las ganas de ayudar, se ha criticado la gobernabilidad de Obama al cumplir su primer año de mandato y en nuestra capital la religión y las inclinaciones sexuales aparecen dentro de la misma frase- ¿quién diría? ; por otro lado en la pantalla grande, la idea de un mundo alterno ha logrado romper récords en taquilla y por si fuera poco, un balazo en la cabeza del “mariscal” ha destapado la cloaca de la corrupción chilanga… una vez más.

A mi parecer, bastantes altibajos para tan corto tiempo y aún así la atención de aquellos que vivimos dentro de este “desmadre funcional” , también conocido como Distrito Federal, sigue posándose en el aspecto trivial de cada uno de los hechos que menciono. ¿ Porqué apelar a lo intrascendente de los acontecimientos cuando existen medios para hacer una diferencia real?

Tras haberle dado algunas vueltas a la pregunta, la respuesta se vislumbra simple y reside en la falta de memoria de la gente, en especial de los mexicanos, que hoy más que nunca estamos explotando nuestra congénita personalidad veleta, pues nuestra falta de memoria histórica se ha ido acortando cada vez más y sorprendentemente ya no excede de las dos semanas. ( tiempo estimado de atención que le dio la prensa al desastre en Haití)

Hace algunas semanas, todo, desde los noticieros, hasta las causas escolares tenían que ver con la tragedia y el futuro de miles de haitianos que día a día incrementaban el número de vidas perdidas, se escuchaban infinidad de voces queriendo ayudar. De pronto los buenos samaritanos estaban a flor de piel con esa capacidad de ser héroes.

Pero… ¿y al cabo de los días?... llegado el término de memoria de 15 días ( máximo) los ojos de los defeños empezaron a mirar a otros sitios. Para entonces ya se estaban gestando alianzas de derechos con izquierdos, comenzaba el torneo Bicentenario y en un antro capitalino la corrupción estaba a punto de ser primera plana y la afición lista para llorar por Cabañas. ¿Y la paz, y los héroes que salvarían Haití, la crisis, las reformas, la corrupción y los impuestos?....de nueva cuenta la atención social y mediática había virado, como si no pudiéramos atender varias cuestiones a la vez, hoy por hoy el caso Cabañas parece más importante que nada en el mundo, pero no por todas las irregularidades que conlleva sino por la afición que le llora al ídolo paraguayo.

Aplaudo el sentimiento de los capitalinos al brindarle desmedida preocupación y cariño al futbolista, pero hay que darle a cada cosa lo justo y no fanatizarse de la tragedia cuando hay cuestiones de fondo que por más que se nos presentan en la nariz no atendemos. Este balazo es sólo la punta del iceberg relacionado a muchos trastornos de nuestras autoridades, los cuales de seguir con este alz heimer crónico que padecemos, seguirán creciendo exponencialmente.

Sugiero que la mejor medicina social no son las pancartas y volvernos todos americanistas sino quitar el freno mental ante lo que sucede, a éste hecho le queda una semana de memoria capitalina, ¿Sobre qué o quién caerá la atención después? ….


por: Gabriela Chávez Avilés