Las millonarias inversiones y el bombardeo sin control por del Bicentenario polarizó los ánimos en torno a la fecha; la fría y despejada mañana del 15 de septiembre las apuestas se pusieron 50- 50. Llamémosle técnicos a los creyentes y rudos a los escépticos.
La escalada de violencia, las constantes balaceras y la evidente crisis económica respaldaron los argumentos de los rudos, negados a celebrar, enojados por el gasto y dudosos de que la fiesta no se empañara con algún acto violento, cortesía del “narco”, que de tanta publicidad, el gobierno ya parece su agencia de relaciones públicas.
Pero en la esquina contraria, los técnicos, embalados de vivas, tequila , mariachi y de charrería, se subieron al carro alegórico del Bicentenario sin cuestionar, si era prudente o no el festejo y el gasto. A ojos cerrados se envolvieron de patriotismo, o patrioterismo, depende de que posición se juegue en el ring.
En punto del las 6 de la tarde, rudos y técnicos, preparados en sus esquinas comenzaron el crítico enfrentamiento de opiniones ante el desfile de 27 carros alegóricos, 7 mil voluntarios y 3 escenarios en Reforma, 45 pantallas, 290 mdp explotados en colorida pirotécnica de procedencia australiana, con su respectiva emisión de IMECAS, el vestido de la primera dama y el nervio de Calderón de asomarse al balcón de palacio para hacer frente a ambos bandos. La pesada vibra de los rudos y la borrachera emocional de los técnicos.
Talvez fue el exceso de tequila, la falta de oxígeno por la aglomeración o la generalizada vibra festiva, pero mientras las grúas erguían a media Plaza de la Constitución, al imponente coloso de 20 metros rudos y técnico se arremolinaron en el centro del ring y hallaron tierra común entre las opiniones discordantes.
El gigante, parecía ver desde lo alto a sus hijos miedosos de un futuro muy incierto, sentimiento común y ajeno a diferencias; el hilo conductor del México actual.

“Mexicanos, vivan los héroes que nos dieron patria”, espetó Calderón, con la voz frágil.
“Viva Hidalgo, viva Morelos…” , parecía que en vez del grito de independencia , era un profundo grito de ayuda y una petición de paciencia al pueblo.
“Viva Josefa Ortiz de Domínguez, vivan Allende, Aldama y Matamoros…”, en cada frase pareció pedir piedad por su cabeza.
“Viva la Independencia nacional , viva el Bicentenario de la Independencia, viva el Centenario de la Revolución…”, clamó el presidente.
Los 3 “vivas” siguientes, al son de un hueco repiqueteo de la campana, hermanaron y enchinaron la piel de los presentes, incluso por televisión.
Por ahí se dijo, que el saldo blanco del Bicentenario se debió a un pacto entre buenos y malos, para garantizar la paz de los festejos; otros más optimistas o ingenuos, optaron por la idea de un buen logro gubernamental.
De la fiesta ahora sólo quedan IMECAS, fotos de la borrachera, indigestiones pozoleras y las mismas opiniones polarizadas sobre lo que pueda pasar en el país de aquí al fin del sexenio.
Aún queda el coletazo de la Revolución, pero ya se empiezan a guardar las banderitas para dar paso al día a día de protestas, periodicazos y discusiones futuristas acerca de México y su definición en torno a la violenta crisis.
Después del puente regresamos a la vida sin Bicentenario, ojalá y más críticos y sin ceguera temporal causada por los embriagadores festejos.