martes, 1 de septiembre de 2009

Pensamientos en vitrina

De nuevo me acompañan en esta noche de insomnio mi taza favorita de café, ésta con un cangrejo en el costado, blanca y tan grande que parecen dos, además de la necedad de mis palabras las cuales parecen hervir entre mi garganta y mis dedos ruegan que las escriba, de otra manera amenazan con no me dejarme dormir. Precisamente por culpa de estas necias estoy aquí frente a la pantalla de la computadora cuya luz se fija sólo en mis ojos cansados mientras el resto de la habitación permanece a obscuras.

Antes de decidirme a escribir, luché por horas contra la pereza de estudiar las 500 y redundantes definiciones que plantea un libro acerca de la opinión pública , un libro entero para diferenciar entre lo público y lo privado. Mi mente hizo de verdad un esfuerzo por encontrarle sentido al autor, sin éxito, y es que se los “expertos” se elevan tanto en grandes temas que no son capaces de ver lo obvios que resultan cuando los ponemos a ras de piso.

Entre mi pereza y uno que otro trago de café chateaba con mi mejor amigo como todos los días, lo leí quejarse de sus clases como yo me quejaba del libro que descansa aún frente a mis ojos aburriéndome con sólo ver su blanca y sosa portada con letras naranjas, nada atractiva… mientras planeábamos el próximo sábado como queriendo adelantar la semana, me propuso la idea de hacer algo fuera de lo común , algo randy y colectivo, las opciones incluían desde raparnos hasta un tatuaje nuevo, como si mi piel fuera álbum de stickers coleccionables.

De momento una carcajada se apoderó de mi garganta, pero conforme crecía la idea ya no me pareció tan descabellada. Sonaba como un ritual de amistad, como los que aparecen en las películas, pensándolo así hasta lindo se escucha y en mi cabeza se formó la foto del “equipo randy” con nuestra locura ante los ojos de la gente, tan privado que es pensar y tan público que se vuelve cuando lo llevas a cabo. Así saqué mis propias conclusiones acerca de la opinión pública; decidí que por hoy no necesitaba leer a un teórico de la comunicación para entender la relación entre público y privado, aunque seguro mañana en el examen me hará falta.

Me divierte la idea de pensarnos diferentes, bajo la influencia de un nuevo color, un cabello disminuido por las tijeras o un nuevo accesorio de metal adornando un sitio particular, lo cierto es que mientras permanezco escribiendo ya tengo pensado el lugar donde colgar la foto de nosotros viéndonos diferentes, no cabe duda que lo bueno se construye con acciones y de nada sirve dejar la idea rebotando en la mente.

Con esta última línea justifico mis horas de insomnio y mi ceguera causada por tantas horas frente a la computadora la cual ya me decido a apagar, pues mientras hoy regresé a darle gusto a mis palabras necias por contarles algo de mi , mañana tendré que alargar las horas para estudiar al teórico de la opinión pública, con todo y mis recientes conclusiones.

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