miércoles, 3 de diciembre de 2008

CÓMPLICES A LA MESA

Sentada a la mesa de un desayuno con amigos, el ambiente estaba raro y un poco tenso y no era precisamente por lo dicho, porque el ambiente se llenaba de un ruido eterno formado entre gritos, murmullos y una pésima acústica..era mucho ruido, callando muchas otras cosas.
Así que entre la tardanza del servicio y el incremento del hambre. Mientras trataba de entenderme con los que estábamos a la mesa me di cuenta de algo… los amigos son como la comida, se identifican de cierta manera según las situaciones y las horas del día.

Hay amistades ligeras, destinadas para conversaciones amenas, esas de mañana y a lo mucho de medio día; con las que puedes hablar y hablar sin llegar a tener realmente a una conversación profunda. Da igual si opinas dulce o salado, el sabor no se siente.
Sin embargo cuando hay tiempo que matar esas; amistades están siempre cerca para hacernos la mañana más llevadera.

La conversación alimenta el alma, cada una a su manera dependiendo de su horario y su sabor. Tenemos las entradas frías, acompañadas de deliciosos aperitivos, son las y los más codiciados en días duros, su plática interesante sin ser profunda , detona carcajadas que fungen como válvulas de escape para cualquier síntoma de stress. Muy buenas de tarde-noche, sus palabras y chistes son relajantes naturales y mejor aún si son del sexo opuesto.

Pero irremediablemente después del drink y los bocadillos de carnes frías, llegamos al plato fuerte, un tiempo al que sólo llega lo mejor de cada mundo, y de cada estilo.

Para el plato fuerte sólo aquellos amigos que haz elegido como familia son dignos de compartir contigo. Entre más transparente y orgánico, mejor el sabor de las palabras.
A veces salados y pesados, en ocasiones agridulces o bien crujientes y cremosos …
Sea como sea el sabor, el plato fuerte sólo se reduce a personalidades reales.

A medio desayuno después de haber ido de la plática insulsa a la risa liberadora, no se antojaba otra cosa más que un sabor fuerte. Demasiada banalidad no llena, es más si no se balancea bien se torna hipócrita.
Estaba en ese punto entre la plática y el siguiente bocado que si no salta una risa cómplice al rescate!, te paras y te vas…( Sentándome a comer con mis amigos sólo puedo decir que si miro a mi alrededor espero encontrar en cada par de ojos a alguien único y transparente que me acepte como soy, por que de la misma manera yo lo siento)..afortunadamente fue más de un cómplice, que se trago la verdad conmigo.

Sostengo que como la comida hay personas para cada ocasión y cada horario pero si la idea es elegir tu platillo favorito, sin pensar me quedo con alguno que sepa a todo! Que sepa a sal , a azúcar, a limón y a chile al mismo tiempo. Algo que pudiera comer a todas horas sin cansarme, un amigo que haga de cada problema un chiste y de las verdades duras algo digerible; que en tiempos de seriedad permanezca a mi lado. Para mi esos son los mejores amigos, los que van con todo y su sabor nunca se agota; todo mundo debería tener al menos uno: así de únicos y así de transparentes.

Irremediablemente después de horas de escuchar y leer entre líneas, algunas cómplices y otras… no tanto, ya entrados en la sobremesa del desayuno y tras el bizarro análisis mental , me hallé entre verdaderos amigos; cada uno en su papel mantiene el sabor único de un todo. Las palabras sobran cuando las risas y las miradas se hacen cómplices cruzando la mesa . Ve, escucha y cállate wey!!!! La prudencia es un don y de milagro ese día se hizo notar…