lunes, 28 de mayo de 2012

Transición al activo Sobrevolando algún lugar en medio del atlántico; entre el 27 y 28 de mayo de 2012. El tan profundo descanso del pasajero detrás acabó con el mío; el sonido del arrítmico gorgoreo flemoso de sus ronquidos fue mi despertador para comenzar a escribir; fue una sutil llamada de atención para no dejar que las ideas se me volvieran a diluir entre películas precargadas y periódicos, los cuales la diferencia de horario ya convirtió en historia. Fue una llamada de atención para aceptar lo que me había estado molestando los últimos días: estoy inmersa en una crónica zona de comfort. De un momento a otro, una sinfónica de males respiratorios, las columnas dominicales de Krauze, Zaid, Beltrán del Río y Volpi que metí en mi cabeza horas antes, un escozor de hartazgo y cinco horas de tiempo muerto en mis manos hicieron sentido; me encuentro, al igual que muchos, en un momento envidiable desde el cual actuar y sigo viendo sin hacer, continúo pasiva ante el estallido que ocurre a mi alrededor pensando sin ejecutar, diluida entre las voces del entorno; quienes estamos en esta zona nos escondemos detrás de quienes sí levantan la mano aunque no estemos del todo de acuerdo con ellos; cobardones pasivos entre la masa. Y así la nausea del hartazgo me despertó. Creo que a pesar de que hoy en México están sucediendo cosas importantes a pesar del estruendo hay muchos que siguen pasivos al entorno. A pesar de que las marchas estudiantiles que han tenido lugar en México en las últimas semanas lograron congregaciones millonarias o que el discurso de defensa e pro de Wirikuta haya llenado el Foro Sol no es suficiente; me parece que no es suficiente porque, yo como seguramente muchos otros, vemos estos movimientos con buenos ojos y nos enardecemos en discusiones cambia mundos, pero desde la comodidad de un bar y con whiskey en mano, y pasada la efervescencia todo vuelve a la calma y al comfort. Creo que aún no son suficientes en México las voces de jóvenes creyentes de una causa como para luchar por ella y la pena sería que tras las elecciones de julio el #132 quedara como uno más como ha pasado con las marchas por la paz; ya hubo ejemplos internacionales de cambios impulsados por jóvenes y redes sociales, pero lo que creo que aún hace falta para en México esto trascienda es creer que se puede y tener claro el plan de acción, de otra manera será otro ya merito. No todo mundo tiene madera de líder, ni de político o activista social. Para ganar una batalla no se necesita que todo el ejercito esté dando la vida en el frente, pero sí es fundamental que todos los soldados crean en lo que se está defendiendo, que lo hagan suyo y desde su trinchera, por pequeña que sea, salgan de su zona de comfort y aporten. Hay muchos pasivos aún pero es posible despertarlos. Hay que estar consciente que un movimiento no se trata de asistir a una marcha, se puede aportar a este involucrándose, creyendo, saliendo de la zona personal de comfort haciendo que las cosas no queden en una experiencia y que se construyan cosas concretas a futuro; creo que de nada servirán las marchas o una colección de titulares alusivos al #132 si no hay estructura y carácter que sostenga el movimiento; propuestas sólidas que den soporte al hashtag, personas con el plan no sólo de marchar porque está bien, o porque está de moda, si no porque buscan crear una alternativa política independiente, apoyarse en instituciones- en una palabra- trascender. Como digo, no todo mundo es líder, pero todos tienen trinchera propia y a pesar de lo trillado de la frase sí creo que se empieza por uno mismo, por informarse, por hablar con conocimiento de causa y no porque se tenga boca, por dar invariablemente el 100 por ciento de uno mismo en cualquier cosa que uno hace, amar con el alma, la mente, el corazón y las vísceras si es posible, no dejar que las palabras se esfumen y que las buenas acciones se queden en fugacidades; concretar. Por mi parte, esto de asumirme pasiva, me horrorizó y despertó de nuevo el hambre que una vez tuve por contar con letras cosas increíbles, por ser parte de la historia, por cambiar aunque fuera un poco el mundo; claramente no me haré lidereza política pero sí puedo hacer mejor las cosas desde mi trinchera, dejar la zona de comfort y buscar ser más aguda, crítica y concreta. A título personal, no me gustaría voltear en unos años y darme cuenta que un momento de oportunidad pasó frente a mis ojos y no lo aproveché, que no leí, que no escuché, que no opiné, que no sentí; dejar que las cosas pasen sin involucrarse es como cerrar los ojos ante algo hermoso, como ir a un concierto y no emocionarse, es como besar sin sentir mariposas en la panza, es como existir evitando vivir. Esto de dejar la pasividad va también ligado a retomar las clases de manejo, terminar la tesis y otros detalles que implica dejar la zona de comfort.