martes, 22 de septiembre de 2009

Un discretísimo homenaje

Por: Gabriela Chávez Avilés

La lluvia se desplomaba intensa a la salida de la universidad, caminé serpenteando para evitar mojarme con alguna de las fluidas cascadas que caían entre las tejas de ladrillo rojo y cantera, faltaban sólo veinte minutos para que el evento diera inicio y la espera por el camión comenzaba a desesperarme, de entre mi cabello rizado se escapan algunas gotas de agua: el glamour de periodista se había ido con la lluvia, pero la intención por llegar seguía.
Al cabo de la espera, tediosa y mojada, el trayecto hacia el periódico transcurrió liviano. A la derecha en el número 40 , llendo de sur a norte, sobre la avenida México Coyoacán llenó mi vista un edificio que a mis ojos es cotidiano y para mí futuro un sueño alcanzable : El periódico Reforma. Su explanada grandísima y arquitectura con aires de elegancia neoclásica, chillan con él alrededor de puestos ambulantes y complejos comerciales de bajo estándar ; sin embargo, la ambición que desprende me gusta , me llama y me invita a pasar como quien pasa a su casa para escuchar los cuentos de la abuela , que en este caso es un homenaje pequeño , casi familiar, al legado de Mario Benedetti.
La composición del lugar es aún más kitch por dentro, pisos de mármol y domo modernista, flanqueado por paredes blancas y recargadas en detalle. De la puerta hacia el fondo del lado izquierdo un cristal indica la entrada al salón Chapultépec , donde en pocos minutos no se hablará de nada más que del uruguayo.
Sentados ya los escuchas solemnes e intelectuales atienden la lectura del primer discurso de la noche. Marisol Schultz , mujer elegante, de cabello rojo, directora de editorial Alfaguara, lee en primera persona y se identifica con él autor que comenzó leyendo de joven , de revolucionaria, utópica, como la mayoría de los asistentes universitarios al evento, jóvenes que inician su acercamiento a las letras con Benedetti porque en él encuentran cercanía con los ideales y la creencia de hacerlos posibles, “los poemas de Benedetti dicen lo que yo quiero decir.. vivir las utopías y defender a ultranza lo que pensamos “
Oriundo del Paseo de los Toros, Uruguay, vivió pleno y lúcido hasta mayo del 2009, inspiró con poemas, novelas, piezas periodísticas, cuentos y su vida diaria a más de una generación y más a aquellos que lo acogieron como un estandarte de ideales combativos. Los del 45 lo reclaman como suyo, al igual que los del 57 , del 60 y del 2000. Como menciona su biógrafa, Hortensia Campanella, “ el eco de su obra”, es lo que más lo identifica ya que sus pensamientos puestos en papel de una manera accesible y con un vocabulario cotidiano, es lo que hace que con cada tiraje de su obra más generaciones de jóvenes lo reclamen como suyo y encuentren en él una empatía de pensamiento.
Con gesto amable Campanella habla de la biografía que escribió en honor a Demócles- pseudónimo que usaba el autor cuando escribía textos humorísticos en diarios- titulada: Mario Benedetti, Un mito discretísimo; como discretísimo transcurre este relato de anécdotas y pasajes de su vida ante los atentos oídos de sus fans.
De figura menuda y apacible , Benedetti reflejó en su poesía las andanzas de una niñez enormemente pobre , una juventud y madurez febril y crítica. No pasó del primer año de secundaria y para pagar sus gastos trabajó de todo menos de escritor; su biógrafa revela que “Tregua”, fue escrito en el tiempo que le daban para comer mientras fue empleado de una dependencia de gobierno en Buenos Aires, en el exilio.
De vez en vez Hortensia acomoda sobre su nariz recta los lentes de pasta negra que porta y con la nostalgia que sólo se tiene cuando se habla de un ser querido, afirma que lo que hace trascender al escritor es su coherencia intachable y la originalidad de su palabra. Los presentes que lo hemos leído encontramos cotidianeidad en su narrativa, lo cierto es que al igual que a nosotros nos inspira, a él lo inspiró también otro escritor: Valdomero Fernández Moreno.
Su exilio y su tiempo lo marcaron y en sus obras encontramos el reflejo sorprendente de un joven eterno, que no se rinde, alguien que puso en sus palabras una guía de plenitud sensorial; a su manera “ para el optimismo no hay antídotos”, pues incluso en su testamento dejo bien claro que con el valor de sus bienes se hiciese una fundación con tres vías de trabajo: apoyo a nuevos talentos de escritores, la continua edición de su trabajo y la búsqueda de los desaparecidos.
Se dio la última palabra en medio de un sincronizado aplauso de los presentes, las sonrisas satisfechas rejuvenecieron incluso a los que en la sala mostraban ya cabellos canos y perceptibles surcos en su piel. Un discreto homenaje a un discretísimo genio que seguirá exaltando lo combativo en el interior de los que creen, exigiéndoles que no se salven.
Al salir de ahí y caminar dos cuadras hacia mi casa, la urgencia con la que mis dedos me piden que escriba lo sucedido, me recuerdan porque escogí esta profesión y porque amo lo que hago.

martes, 1 de septiembre de 2009

Pensamientos en vitrina

De nuevo me acompañan en esta noche de insomnio mi taza favorita de café, ésta con un cangrejo en el costado, blanca y tan grande que parecen dos, además de la necedad de mis palabras las cuales parecen hervir entre mi garganta y mis dedos ruegan que las escriba, de otra manera amenazan con no me dejarme dormir. Precisamente por culpa de estas necias estoy aquí frente a la pantalla de la computadora cuya luz se fija sólo en mis ojos cansados mientras el resto de la habitación permanece a obscuras.

Antes de decidirme a escribir, luché por horas contra la pereza de estudiar las 500 y redundantes definiciones que plantea un libro acerca de la opinión pública , un libro entero para diferenciar entre lo público y lo privado. Mi mente hizo de verdad un esfuerzo por encontrarle sentido al autor, sin éxito, y es que se los “expertos” se elevan tanto en grandes temas que no son capaces de ver lo obvios que resultan cuando los ponemos a ras de piso.

Entre mi pereza y uno que otro trago de café chateaba con mi mejor amigo como todos los días, lo leí quejarse de sus clases como yo me quejaba del libro que descansa aún frente a mis ojos aburriéndome con sólo ver su blanca y sosa portada con letras naranjas, nada atractiva… mientras planeábamos el próximo sábado como queriendo adelantar la semana, me propuso la idea de hacer algo fuera de lo común , algo randy y colectivo, las opciones incluían desde raparnos hasta un tatuaje nuevo, como si mi piel fuera álbum de stickers coleccionables.

De momento una carcajada se apoderó de mi garganta, pero conforme crecía la idea ya no me pareció tan descabellada. Sonaba como un ritual de amistad, como los que aparecen en las películas, pensándolo así hasta lindo se escucha y en mi cabeza se formó la foto del “equipo randy” con nuestra locura ante los ojos de la gente, tan privado que es pensar y tan público que se vuelve cuando lo llevas a cabo. Así saqué mis propias conclusiones acerca de la opinión pública; decidí que por hoy no necesitaba leer a un teórico de la comunicación para entender la relación entre público y privado, aunque seguro mañana en el examen me hará falta.

Me divierte la idea de pensarnos diferentes, bajo la influencia de un nuevo color, un cabello disminuido por las tijeras o un nuevo accesorio de metal adornando un sitio particular, lo cierto es que mientras permanezco escribiendo ya tengo pensado el lugar donde colgar la foto de nosotros viéndonos diferentes, no cabe duda que lo bueno se construye con acciones y de nada sirve dejar la idea rebotando en la mente.

Con esta última línea justifico mis horas de insomnio y mi ceguera causada por tantas horas frente a la computadora la cual ya me decido a apagar, pues mientras hoy regresé a darle gusto a mis palabras necias por contarles algo de mi , mañana tendré que alargar las horas para estudiar al teórico de la opinión pública, con todo y mis recientes conclusiones.