miércoles, 22 de julio de 2009

Escenarios

Anoche mientras tomaba una clase de yoga, a la que por cierto me he vuelto adicta en este verano y en la que hago como que me concentro profundamente – aunque no puedo porque hay alguien que respira como si bufara un toro- , la “yogi teacher “ nos hizo pensar en nuestro lugar favorito en el mundo y concentrar nuestras energías en estar ahí en plena paz; esto me hizo pensar en escenarios y en como cada detalle de los mismos influye en los momentos que nos suceden.

El color de la pared, el sonido, su eco o su olor, detalles que damos por sentado, aunque maquiavélicamente son ellos los que pueden ayudar al buen “mood” o apestarnos el momento. Los escenarios desencadenan los sentidos cual efecto dominó dependiendo de la atmósfera.

El verano es el momento por excelencia para cambiar de escenarios, los más suertudos tienen muchos, otros –casi todos- algunos días de libertad donde poder ver caras nuevas y respirar aire, a veces no más limpio, peor mínimo si diferente. Hace dos años descubrí que debería de haber sido trotamundos y desde ese año si es verano, viajo. Talvez sea suerte o algo que yo misma me busco , pero dichos viajes han estado llenos de eventos espontáneos en los que debido a mi poca habilidad para la seriedad y contención de emociones..siempre acabo con algún errático romance que contar.

No soy buena para esto de los amores, me declaro analfabeta en los artes de ligar y más en los “one night stands”, eso de intercambiar fluídos una noche y no volverse a ver , lo admiro por el simple hecho de que no se como carajos los hacen!.. sin embargo aunque soy incompetente en este tipo de eventos, de alguna extraña manera soy atraída a las relaciones a distancia; de esas complicadas con pantallas y cables como chaperones e impulsos que incluyen aviones , cambios de horario y de moneda.
Complicado? . si y mucho pero la ceguera de las mariposas en la panza es el antídoto pa la neurona .

Decía que los escenarios son protagonistas del estado de ánimo, pero lo son más en este tipo de historias fugaces, el aire húmedo de verano tiene ese toque de líbida franqueza. Siempre había sido victima de los veranos en tierras extranjeras, pero este año sin duda ha sido atípico en toda su extensión, pues ahora me encuentro escribiendo en un autobús rumbo al norte del país ,en el que llevo ya tres horas sentada, aún me quedan dos horas de viaje y ya me quiero bajar…

Al comenzar el verano mi mejor amiga me propuso una cosa: “Hacer cosas randys este verano”. Buena idea porque es el primero en dos años en que no saldré del país y ya que no habrá cosas nuevas que conocer quedamos en el entendido de reconocer lo que ya estaba, darle un giro al escenario chilango. Empezamos por incluirnos en la religión de los gimnasios, un programa de un mes de clases diarias con instructores jotos- pero bien buenos- ególatras del cuerpo y señoras en búsqueda de identidad en plena menopausia. Los gimnasios son buenos escenarios para la risa, pero no para la naríz…

Y así del gym, a clases de salsa cubana, reuniones, reencuentros y demás cosas, he tenido un lugar recurrente en la escenografía chilanga estos días, ir al centro y mi computadora. A esta última he trasladado los cafés, las chelas, conciertos y otros en compañía de uno de mis erráticos compañeros de amores. Sólo lo ví una vez y no era verano, pero desde entonces la pantalla ha sido nuestro escenario favorito , el único.

Talvez es porque los inviernos no son lo mío, y el frío de aquel día de enero hizo que me congelaran las neuronas, pero nunca había continuado una conversación por tanto tiempo. La pantalla de una computadora es un eficaz chaperón, filtra emociones y jamás deja que pierdas el control, es funcional pero aburrido la verdad, le hace falta el riego del escenario.

Y como era la primicia del verano y haciéndole caso a mi mejor amiga de las cosas randys y por ende, caso omiso a mi razón; estoy en vias del cambio de escenario. Ya voy por Querétaro, ya falta menos y se está acabando mi bateria…

Nose que tan bien funcione esta obra en escenario libre de pantallas…veremos; talvez la atmósfera del norte en verano ayude.

viernes, 10 de julio de 2009

“Cocktail de aparente banalidad”

Escribo esto a partir de un comentario en horas de oficina que me hizo darme cuenta de las diferencias abismales entre personas tan cercanas, de cómo una línea puede transformar la opinión de una persona y la gran confusión que tienen algunos entre lo que creen saber y lo que saben de alguien más.

En junio el peso del estrés escolar sobre los hombros había terminado y pese algunos pendientes o en su defecto un examen extraordinario que presentar, ya todos eran libres. Y digo eran, porque fui yo la que se puso el saco del más absurdo extraordinario jamás presentado en la historia. Aquella mañana una pequeña oficina con olor a hipocresía contenida, se burló de mi mientras contestaba el examen en la computadora de mi profesor. Desde la secundaria no presentaba un examen de esos, pero en aquel entonces si parecía importante. Ahora los número han perdido autoridad.

Para entender lo que pasa en la vida y el sentir de alguien es preciso estar ahí. Es sencillo hacer especulaciones o incluso creer que se sabe que trae a cuestas el otro sin haber preguntado antes, en eso del sentir no se asume. Y bueno para esclarecer dudas acerca de lo banal de mis acciones, basta con decir que ha habido concentrados en pocos meses más fracasos que éxitos, ya hasta ahora los aires de verano han venido a acomodar las cosas un poco. En efecto admito que de excesos y buenos ratos en lo que va del año podemos contabilizar una grosera cantidad, contrapuesto con una estúpida cantidad de trabajo, de ideas inacabadas y discusiones del yo y con los otros.

Para algunos su camino siempre ha sido rocoso o con altos niveles de turbulencia. Falta de dinero, de presencias u oportunidades; soy conciente que esto es el pan de cada día tras la puerta de miles de familias. Sin embargo a la óptica de los que ven las cosas de la media para arriba, las diferencias, por mínimas que sean les vicia la opinión creyendo que aquel que no ha tenido que pasar por estos baches, no saben nada y los creen carentes de criterio para valorar lo bueno de lo malo, porque bajo su techo ,si no duele no es verdad.

No suelo dar las gracias a los cuatro vientos a ninguna figura religiosa por ninguna razón, pero tengo la necesidad de agradecer haber nacido donde nací y que en ocasiones me hayan sobrado cosas. Como cuando de niño te trepas a un árbol para ver como es desde arriba, así en mi lugar se que un café en lunes y clases de salsa en jueves sin razón alguna, más que el gusto de hacerlo, no son equiparables a decir que he mal gastado mi tiempo por hacer algo por puro placer.

Decía que estos últimos meses han sido un marcado cambio personal y los son; por estas fechas hace un año extrañaba mi smog chilango y el olor a sistema gringo se me metía en las venas- mismo que aún no sale- esos meses y cada cosa que pasó todavía la siento. Acabé el año en un estado civil y comencé el nuevo con otro, con el pasar de los meses pasé de ser estudiante a ser periodista en forma, con publicaciones semanales y cuatro horas en horario de oficina – detalle que sinceramente no me gusta-, de la nada se accionó el botón del altruismo en mi y en marzo tomé un martillo por primera vez en mi vida- si es cierto y me espanta lo ridículo del hecho- y me fui a construir casas para los necesitados, he planeado viajes relámpago a la playa y conocido rutas de camión que te llevan hasta satélite en medio de la noche y con tacones. Para algunos podrá sonar a cocktail de banalidad que recuerde estos detalles de los últimos meses y peor aún que construyan con su importancia mucho de lo que escribo, hablo y transmito.

Sin embargo mi balance para mediados de año y con un tabique más en la cronología, se lee con más orden y jerarquía que hace meses. Previo al trabajo, a las nuevas personas, a los que se fueron para siempre y a nuevos razgos personales puedo decir que mi lista de cosas simples es el mejor hábito que he adquirido y no carece de importancia por el hecho de no darse sobre un escritorio o en una sala de juntas. Sino en un café hoy por la mañana entre seis viejas, mucho chisme ajeno y un cafecito bien cargado.


Cuesta muchas noches decidir que es lo que en un momento específico es mejor para uno, pero he aprendido que el disfrute e lo simple es el generador del resto. Mencionaba al principio que hoy mentí por un rato de escape. Como niña de cinco años maquilé anoche la excusa en mi cabeza como si tuviera que fingir enfermedad para no ir a clases y quedarme el día jugar en casa. Con esa inocencia infantil me tomé un arbitrario descanso de la rutina hoy por la mañana. Lo hice y no me da culpa decir que cambié mis horas de oficina por echar el chal y arreglar el mundo a la mesa de un desayuno.

Para los que se quejan de estas libertades auto otorgadas les recomiendo que lo hagan, que si quieren opinar sobre la vida de alguien primero pregunten y no asuman en los sentimientos. A partir de este constante reacomodo interno, físico y emocional he aprendido a tomarme la diversión como cosa seria y a estar de los cercanos más cerca que siempre para no creer que se algo cuando no es así. Al final los detalles valen más que el cheque de la quincena. Forman criterios y mentes funcionales que aderezan la visión del día a día. Hoy me tomé mis horas de mentira piadosa y mañana regreso a la rutina habitual, más simple que ayer, más inteligente, concentrada y relajada.

Dejemos que la vida siga dando vueltas mientras disfrutamos que al final lo bailado nadie te lo quita.